Nov 1, 2004

Intruso

Antenoche te apoderaste de mi sueño otra vez. Ya no con el insomnio. Imposible después de todo el alcohol, por supuesto. Llegaste y te instalaste junto a mi cuerpo mientras dormía ya sin recordarte y empezaste a susurrar cosas en mi oído. Venías a visitar mi casa, mi casa nueva. Sin pantallas de por medio, aunque recuerdo vagamente un ordenador sobre el escritorio. Te veías casi igual, sin la barba. Intentabas ser otra vez el sin la barba. Pensé que ya para ahora habías comprendido que tú no eres ese homre. Hablamos largo rato. Mentira. Tú hablaste largo rato. Me hablaste de ella, de las cincuenta y ocho veces que intentaste con ella algo que no me importa. Recuerdo perfectamente que eran cincuenta y ocho veces, ignoro por completo qué era lo que intentabas. No me tocaste ni yo a tí. Hablaste de puentes indestructibles hechos de palabras. Yo me concentraba en las formas en que tu camisa azul contrastaba contra la pared recién pintada. No consigo recordar nada de lo que te contesté yo. Sí sé, sin embargo, lo que sentí. Sí recuerdo la forma en que entraba el sol por este ventanal que tanto me gusta. Sé que estabas sentado y yo de pie. Sé que acomodé unos libros mientras tus labios rompían la calma de mi espacio. Sé que me pregunté por qué razón no nos estrechábamos, sé que no te ofrecí nada de tomar. Sé que hablaste de unos niños con cáncer y de un proyecto largamente planeado. Sé que yo de alguna forma estaba involucrada. Sé que no tuve tiempo de presenciar cuándo te marchaste porque para entonces ya estaba despierta. No sé nada más.