Dec 25, 2004

Sin querer.

Hoy te volví a ver, sin querer.

No en una pantalla ni junto a las palomitas ni nada de eso.
Estabas ahí, y seguías siendo un hombre triste.

Hoy te volví a ver y seguías sin querer.

Dec 22, 2004

Necesidad

Existe una necesidad muy grande de perdonar.

Dec 19, 2004

Percatamiento

Recién descubro que justo se cumple un año del choque de los cuerpos. El encuentro de los mundos. Nunca lo escribí porque tuve miedo de que al hacerlo se volviera de mentiras. Hoy estoy segura de que nunca sucedió. Tal vez es tiempo de que regrese a esa noche de la Tournée du Chat Noir bajo el tejido egipcio enmohecido. A la botella de los señores de Linares y las confesiones nocturnas. Volver a inventar una noche que de verdad no existe. Elegir a Miles Davis quizás, y perderse en un bar a tomar cerveza irlandesa y a besarse como dos locos con la nariz cubierta de lluvia. A olvidarse de las posadas y las bodas y marcharse lejos en un auto pequeño y refugiarse en una casa ajena y pretender que es propia y esperar a que amanezca entre un hombro y una disculpa.

Escribir una mentira puede ser muy liberador.

Dec 18, 2004

Cuadernito

Ayer, como una promesa, Lautriz recibió un regalo.
Pastas de piel café. Un aroma delicioso.
Muchísimas hojas en blanco, anhelantes.

Lo mejor de todo fue que venía sin palabras.

"Para las tuyas", le dijeron.



Gracias.

Dec 9, 2004

Desavenencias

desavenencia.
(De des- y avenencia).
1. f. Oposición, discordia, contrariedad.


Es tristísimo darme cuenta de que no vienes. Una contrariedad, otra más de tus no querencias. Pero yo lo pedí, y esta vez sí me hiciste caso. Un caso perfecto y total como pocas veces antes, aunque antes sí vinieras.

Dec 6, 2004

Tiempo

Qué chistoso es el tiempo.
Todavía no ha pasado un día.
Veinticuatro horas que no logro completar.

Sin decir, sin pensar, sin recordar.

Dec 3, 2004

Improbable

Improbable

Se encontraron en donde habían convenido. Un lugar que ninguno de los dos conociera de antes, de cuando juntos. Al menos uno que no les aventara a la cara eso que ya estaba olvidado. Fue en uno de esos lugares impersonales y neutrales que se olvidan con facilidad a pesar de los lentos minutos que se abandonan en ellos. Tal vez la sala de espera de un aeropuerto o el vestíbulo de un hotelucho anónimo. Un café desconocido del centro de la ciudad. Donde sea. No se llamaron antes para acordar la hora. Simplemente llegaron al mismo tiempo. Ninguno advirtió en esto una coincidencia maravillosa ni una señal ni nada. Simplemente cumplieron. Ella primero, aunque es posible que él estuviera merodeando por ahí para no ser el que esperara. De todas formas hubo un momento en que ella lo vio a él y él a ella. Los labios no pronunciaron los nombres. Los nombres habían dejado de existir. Se saludaron, eso sí, muy formalmente, intercambiaron holas y sonrisas desabridas pero genuinas. Tráfico, clima, lluvia, autos, tiempo. Él tenía el pelo más largo y ella posiblemente estuviera más delgada, un poco pálida. Un bebé, dijo él. Sí, contestó ella. No dijeron mi, tu, nuestro. Tampoco dijeron hijo. Dijeron un y después bebé. Ella lo miró mientras dejaba la mochila en el suelo. ¿Todo bien? Por supuesto, dijo él. Y después: Necesito bañarme. Ella se puso a leer mientras esperaba. Con las últimas señales de la ducha resbalando sobre la espalda se le acercó. ¿Ahora?, preguntó ella. El pelo largo escondía los rostros que no quisieron mirarse tampoco esta vez. Era una de esas preguntas que no se contestan con palabras. Mudos y minuciosos se entregaron a la tarea de planear rasgos, estructurar fisonomía, negociar herencias y firmar cada quien lo que le correspondía. Con precisión y armonía movieron cintura, pierna, cadera, espalda. Después, cansados, se miraron por última vez. Estaba faltando un bebé, dijo ella. Exacto, dijo él. No dijeron nos. Tampoco dijeron hijo.