Aug 23, 2005

Quise robarme un cachito de tu siesta esta tarde. Me tendí junto a tu cuerpo que dormía boca abajo y acaricié con los ojos la promesa de los lunares que vas a tener cuando seas un hombre viejo. Me pregunto si voy a mirar las constelaciones rojas de cerca cuando tengas sesenta años y te cuide la siesta como esta tarde. Después me dí cuenta. Tú no lo sabes, estabas dormido, pero has empezado a ser mi tú. Cuando uso la segunda persona del singular, al menos esta tarde mientras un par de rayos de sol se acomodaban (ellos sí) sobre tu espalda desnuda, ya no me refiero a ese hombre. Es bueno que ese hombre sea ahora un él como tantos otros. Ignoro si tú irás a seguir siendo mi tú, pero hoy por lo menos, hoy que te miré la espalda dormida y suspiré un par de besos sobre tus lunares modorros.