Feb 13, 2005

paréntesis

Lautriz tomó su correspondencia y se dispuso a dar respuestas. Había un destinatario que reclamaba particularmente. Lautriz suspiró, se preparó otra taza de té. No quería hacerlo, le molestaba, pero ya no podía postergarlo. Entonces escribió sin temblores ni lágrimas. Entonces se encontró a sí misma tecleando oraciones de negativa, heladas, sin emoción. Cuando volvió sobre los renglones se dio cuenta de que había fórmulas comunes ahí. Entonces, sólo entonces, Lautriz sintió un vuelco. Otra vez, de hocico, un hueco. Darse cuenta, estar del otro lado de la indiferencia. Qué horrible. Qué horrible corresponder de esa forma. Lo imaginó entonces, al otrora lector, cuando tomó la hoja blanca y escribió las palabras que ella deseó nunca haber leído. Y fue él por un momento. Se dio cuenta. Eso había sentido él. Ese fastidio, ese numbness, ese no poder interesarse más por el que está del otro lado de las palabras de la negativa. Entonces Lautriz borró todo y tomó el teléfono y se dispuso a hacer las cosas de otra manera.