Feb 12, 2005

Cuatro

Salir y que me diera el aire. Dejar de ser yo, así se siente cuando salgo sola. Cuandono hay con quién hablar, cuando no hay a quién seguir. Detenerme en un café, mirar las vitrinas de las tiendas de antigüedades. Observar la forma en que la nieve se acomoda alrededor de los hidrantes, sonreírle a los nenes en las carreolas con sus grandes ojos y sus madres que no los miran por llevarlos a cualquier parte, a comprar los víveres y a hacer los pagos. Me siento en una banca y miro pasar a la gente. Meto la mano en el bolsillo, para confirmar que las llaves siguen ahí. Es todo lo que necesito, las llaves. Para poder volver cuando yo quiera. Si yo quiero... aunque a veces pienso en caminar y caminar más allá de esas calles en las que casi siempre vuelvo los pasos porque no me atrevo a ir más lejos . Pero tener la opción, tener la llave para volver aunque pretendo que no lo haré. Aunque me quede fuera hasta muy tarde y luego, cuando el frío o la lluvia o el hombre que me ha mirado o las ganas de echarse en lo propio, entonces entonces volver. Estar dentro otra vez, sólo para volver a buscar el pretexto que me lance a la calle.