Feb 18, 2005

euzkadi

Cerró los ojos y se concentró en su placer. Los demás no lo entendían. Bebían y hablaban sin poner atención. Tampoco se dieron cuenta de la cantidad de minutos invertidos en cada plato. Cada bocado. El pan primero, con tomate y queso y aceitunas y anchoas. Le dolía un poco la garganta y eso le molestaba. Con delicadeza empujó los restos de queso y aceitunas hacia el pan. El pan. Ese pan casi silvestre de la corteza dura y el interior húmedo y dulce que hacen en la campiña francesa y venden en los mercados del sudoeste los domingos frente a las arcadas o a las iglesias. Los envueltos de jamón serrano rellenos de puré de trufa y coliflor. Un sorbo de vino. Lo sintió en la nariz. El vino tinto es un vasodilator, por eso el calor, esa sensualidad. Era salado, este último de jamón y trufa, pero igualmente exquisito. Se mojó los labios con la lengua y después, con la lentitud de quien siente cada uno de los movimientos de su cuerpo como ajenos descansó el cuchillo sobre la mesa.