Dec 3, 2004

Improbable

Improbable

Se encontraron en donde habían convenido. Un lugar que ninguno de los dos conociera de antes, de cuando juntos. Al menos uno que no les aventara a la cara eso que ya estaba olvidado. Fue en uno de esos lugares impersonales y neutrales que se olvidan con facilidad a pesar de los lentos minutos que se abandonan en ellos. Tal vez la sala de espera de un aeropuerto o el vestíbulo de un hotelucho anónimo. Un café desconocido del centro de la ciudad. Donde sea. No se llamaron antes para acordar la hora. Simplemente llegaron al mismo tiempo. Ninguno advirtió en esto una coincidencia maravillosa ni una señal ni nada. Simplemente cumplieron. Ella primero, aunque es posible que él estuviera merodeando por ahí para no ser el que esperara. De todas formas hubo un momento en que ella lo vio a él y él a ella. Los labios no pronunciaron los nombres. Los nombres habían dejado de existir. Se saludaron, eso sí, muy formalmente, intercambiaron holas y sonrisas desabridas pero genuinas. Tráfico, clima, lluvia, autos, tiempo. Él tenía el pelo más largo y ella posiblemente estuviera más delgada, un poco pálida. Un bebé, dijo él. Sí, contestó ella. No dijeron mi, tu, nuestro. Tampoco dijeron hijo. Dijeron un y después bebé. Ella lo miró mientras dejaba la mochila en el suelo. ¿Todo bien? Por supuesto, dijo él. Y después: Necesito bañarme. Ella se puso a leer mientras esperaba. Con las últimas señales de la ducha resbalando sobre la espalda se le acercó. ¿Ahora?, preguntó ella. El pelo largo escondía los rostros que no quisieron mirarse tampoco esta vez. Era una de esas preguntas que no se contestan con palabras. Mudos y minuciosos se entregaron a la tarea de planear rasgos, estructurar fisonomía, negociar herencias y firmar cada quien lo que le correspondía. Con precisión y armonía movieron cintura, pierna, cadera, espalda. Después, cansados, se miraron por última vez. Estaba faltando un bebé, dijo ella. Exacto, dijo él. No dijeron nos. Tampoco dijeron hijo.