Sep 17, 2004

Dueño y señor.

¿A qué horas te volviste dueño y señor de mis cuadernitos? ¿Cuándo decidí que tú eras lo único que iba a contar? Porque ahora resulta que todas mis palabras están condicionadas por el recuerdo, dictadas por el rencor, subrayadas de dolor. Sucede que eres el dueño de las líneas enojadas que pueblan mis días. Pienso sin embargo, que un día te vas a marchar. Un día voy a escribir la última de las palabras, el enunciado final. Entonces vas a dejar de existir fuera del papel, de la pantalla.

Y ahí te vas a quedar.