Aug 23, 2004

Untitled

Necesito escribirte a ti. No al personaje, no al lector, no al tú que existe todavía en mi cabeza. No a Lorenzo, a Rigoberto, no a Artemio ni a Juan Olmedo ni a Oliveira ni al dotor ni a ninguno de ellos. Disfraces todos. Necesito que me leas tú. Que me escuches tú. Porque el opuesto perfecto del amor no es el odio sino la indiferencia y hoy me encuentro suspendida de este lado de tu indiferencia y me cala hondo. ¿Por dónde empezar? Quisiera reprocharte tantas cosas. Quisiera pedirte cien mil explicaciones. Y la única razón por la que no lo hago es porque sé que no me aliviarán. Porque ya sé que no hay ninguna palabra que puedas decirme que me cure. Todavía no se inventa esa palabra mágica. Antes sólo tenías palabras mágicas para mí. Un día, de pronto, me borraste sin más de tus destinatarios. Sin decírmelo de frente. Creo que eso es lo que más me sigue doliendo. Que no lo hiciste como me hubiera gustado (y, lo sé, estás pensando cínicamente ¿cómo te hubiera gustado eh?). Todo entre nosotros fue siempre (o al menos intentó siempre parecer) honesto, sin tabús. Hablamos de todo. Aclaramos desde muy al principio. Las palabras eran el territorio natural para nosotros. Nos movíamos cómoda, deliciosamente sobre ellas. En inglés, en español, a veces en mi francés, a veces en tu alemán. Con metalenguajes y paratextos. Tu escribías bufanda y yo contestaba Rigoberto y todo estaba dicho. Yo escribía "creo que hay alguien" y tú me llamabas bildschön y no hacía falta nadamás. Entre risas nos dijimos palabras fuertes y entre lágrimas palabras suaves. Dices que qué difícil que las únicas palabras que quise recuperar de tí fueron las que no eran tuyas: los libros y los discos. Es mentira. Lo que pasa es que no he querido que me digas eso que ya ni vale la pena mencionar. Porque te tuve que preguntar. Porque me tuvieron que decir por otro lado. Y eso duele. Y lo único bueno de que haya sido así, es que te ahorraron el trabajo, te desembarazaste de la pena de dar la cara. Todo quedó dicho sin que tuvieras que hacerlo. Dijiste:"Tengo tus libros y quiero que tomemos un café" y, adivina perpetua de tus intenciones que se esconden tras las palabras, dije "Si es para decirme lo que ya conozco no quiero". Y fue todo. Hasta eso me tendrías que reconocer. Te lo hice todo fácil. Fácil que llegaras, fácil que te fueras. ¿Podías pedir algo más? Creo que ahí estuvo el mal. No te dí oportunidad de que pidieras. Todo lo entregué. ¿Cómo decía la frase esa de "el amor es dar lo que no se tiene a quien no es"? Debí de imaginarlo cuando te ví sin la barba. No estabas cambiando nadamás porque sí. Era una máscara. Lo sé ahora que veo que has vuelto a ser el mismo de antes. Lo que se tardó en volver a salir la barba, eso fue lo que te tomó terminar con la comedia. Te felicito. Clap, clap, clap. Ovación de pie al dramaturgo, director y actor de esta farsa perfecta. Le pedimos al respetable público que no se preocupe, que aquí nadie ha salido herido. Todo lo que usamos era de utliería. Excepto la barba, que ya para ahora mismo ha vuelto a crecerle a nuestro galán. Ha sido difícil, declaró en entrevista, pero todo sea por darle realismo al personaje. Y bueno, el corazón roto de la actriz del primer acto tampoco era de utilería pero... pero que nadie se preocupe por ella. De todas formas ya no va a necesitarlo si quiere tener una carrera en el teatro. Si quiere consagrarse como él. Telón.