Dec 16, 2007

ducha

Había llegado apenas ayer y sin embargo, ya se había instalado. Sentirse en casa le resultaba fácil si él estaba. Así que tomó el dinero de la mesita de luz y salió a comprar los víveres para preparar lasagna. Volvió a medir, abrir, mezclar. No a picar. Eso era asunto de él. Él picaba finito y rápido; hacía mucho habían establecido tácitamente una división de las labores de la cocina. Compartieron una cerveza. Tuvieron una crisis a causa de la pasta que fue interrumpida por la llegada de los amigos de él. Más tarde se dio cuenta de que todos estaban al tanto. Nadie preguntó por los planes. El más borracho de los amigos hizo una promesa críptica y la más marihuana y mística de las amigas deseó que "todo allá sea, pues bueno". Esta mañana quedaba todo más claro. Hace un rato entró a la ducha, sola. Esta vez no pidió ayuda para regular la temperatura. Es como si hubiera tenido que venir al velorio de nosotros aquí. Para no arruinarle su nueva vida. Nosotros que nos morimos, piensa y empieza a desear que no venga a asomarse a ver si todo está bien. Nosotros que nos morimos pero estábamos sin enterrar. La peste del muerto que ya no nos deja respirar. Ha prendido la aspiradora, así que puedo llorar a gusto. El muerto ahí, pudriéndose y tanto él como yo ignorándolo. Por decidia, por conveniencia, por orgullo, ¿por qué?

Por no querer volver a fracasar.