Jan 12, 2006

América Latina

Quiero saber de América Latina, porque piensan que de alguna manera tienen que apropiársela. Porque de todas formas les dicen Latinos, a pesar de, o justamente porque.

Pienso en sus acentos, en su perfecto inglés salpicado de mamis y ¿sabes cómo?s y siento una pequeña molestia. Porque su Latinoamérica y la mía no es la misma. Porque la de ellos vive en Jersey y Queens y creció en Nueva Yolk, aunque alguno haya nacido en Lima o conserve una abuela y dos tíos en Cali.

Pienso también en el estudiante de medicina que decía América Latina, ¿qué es eso? en el taller literario. Pienso en su mundo regiomontando y entiendo su pregunta. Aunque escriba con buena ortografía y lea a Bolaño.

Pienso en el texto de Eduardo, de su América Latina de viajes y alucines en los pueblitos que los gringos y los europeos recorren en una procesión hacia sí mismos, fuera de sus hiperrealidades primermundistas.

Pienso en Andrew que habla español con zetas y que vivió en Cuautla cuando trabajaba para una antropóloga y en su viaje con hongos antes o después de entrevistar a los adolescentes urbanos hiphoperos del Valle de México.

Pienso en mis compañeras de universidad privada, con sus morrales y sus Audis y sus viajes a Europa cada verano y su fascinación con el 68 mexicano.

Pienso en mis exalumnos con su inglés perfecto y sus camisetas de Abercrombie and Fitch, y sus acercamientos torpes a García Márquez y sus juicios apresurados sobre Chávez.

Pienso enb mi maestro chileno del perfecto vocabulario y el acento perenne, en su educación gringa y su oscuro romance con Borges y sus escapadas literarias.

Después como que pienso en mí, que lo veo todo. Que nací en Monterrey, que no es México y crecí en la frontera. En cómo Texas y Tamaulipas son otra cosa.

Luego no pienso nada. Escribo América Latina otra vez y me callo la boca.