Oct 19, 2004

Hombre hecho palabra

Poco a poco comienzas a borrarte en toda la extensión de tu persona y comienzas a tomar palabridad propia. Cada vez más eres un montón de líneas que de vez en cuando logran arrancarme una lágrima, un vacío horrible en el estómago, esa sensación de que vuelvo a caer. Estoy poco a poco despojándote de tu humanidad concreta para poder escribirte de veras. Para que seas creíble en el papel y ya no necesite tenerte aquí por un lado. Para que te conviertas en Julieta o en seniorita o en un verdadero Artemio o en gárgola chicaguense o lo que se me pegue la gana. Ah, porque aquí, entre mis líneas, no eres sino lo que yo digo que eres. Y no te puedes defender. Así quedarás hecho para siempre irresponsable, dotor inacabado, hombre que nunca supo lo que quería. Yo no. Yo puedo ser quien yo quiera, al menos en estas líneas. Porque soy yo quien te crea. Soy yo quien decide que vas a convertirte en palabra mía y nadamás. Y ya ni siquiera es un asunto de tu palabra contra la mía porque, ¿te fijaste? tus textos han dejado de ser pretextos. Tus palabras ya no son las que generan las mías. Ni siquiera mi imaginada lectura me motiva. Porque hace mucho entiendo que no eres mi lector ni mi interlocutor. Eres nadamás un personaje más. Algo que me acerca a eso que yo quiero ser y nadamás. Cuando un día quieras decir "Ese soy yo" al adivinarte entre mis líneas, no lo lograrás sin pasar un ridículo horrible, una zozobra tremenda. Porque dudarás. No vas a distinguir si he capturado tu esencia de una manera asombrosa, si mi memoria es portentosa y alcanza a recordar cada detalle con un realismo impresionante o si más bien, has empezado a imitar a éste a quien doy vida cuando escribo.