Es cierto.
Con cada palabra venenosa, con cada frase furibunda, con cada párrafo iracundo,
poco a poco me desintoxico.
Poco a poco intento desalojar el rencor y la amargura de mí.
Vaciarte de mí, ahora que te has vuelto un huésped incómodo, una presencia involuntaria.
Para empezar a amarte otra vez.